Ser cuidador/a principal de un/a hijo/a con una enfermedad incurable o una gran dependencia es un acto de amor inmenso, pero también una sobrecarga que puede llegar a desbordar. Ese punto de agotamiento extremo lo conocemos como claudicación. Un fenómeno que se ha hecho visible en las últimas semanas tras el eco mediático de madres que, como Eugenia, después de décadas de cuidados ininterrumpidos, llegaron a sentirse atrapadas y sin salida.
El caso que ha conmocionado a España
Hace unos días, diferentes medios de comunicación se hacían eco de la historia de Eugenia, una madre de 52 años que, desbordada, intentó suicidarse junto a su hija con autismo severo. Su grito de auxilio ha sacudido conciencias y ha puesto en primer plano una realidad dura, aunque muchas veces silenciosa: la claudicación, en este caso, materna.
¡Ojo!, no hablamos solamente de cansancio. Hablamos de ese momento en el que la vida se vuelve demasiado pesada, cuando el cuerpo y la mente dicen basta. Según datos publicados recientemente, son las madres las cuidadoras principales de sus hijos dependientes en más del 90% de las ocasiones. Muchas de esas madres viven con síntomas de ansiedad, depresión o fatiga crónica.
En España el Ministerio de Sanidad lleva tiempo advirtiendo que las familias que cuidan a personas dependientes necesitan “apoyos efectivos para no quebrarse”. En este sentido, ha venido implementando medidas legislativas y normativas que reconocen la necesidad de apoyos efectivos para cuidadores familiares. Por ejemplo, el Real Decreto 675/2023 amplía la figura del cuidador no profesional y fortalece prestaciones económicas para el cuidado en el hogar. Asimismo, planes específicos como el aprobado para personas con ELA contemplan atención profesional continua para aliviar la carga sobre familiares cuidadores.
¿Qué significa claudicar en el cuidado?
La claudicación materna no es una etiqueta, es un sentimiento real que invade a muchas mujeres: sentir que ya no queda fuerza para seguir adelante, que la rutina de cuidados absorbe cada minuto y que no hay salida posible.
💬 “La claudicación aparece cuando el cuidador principal, generalmente las madres, sienten que no tienen escapatoria ni red de apoyo. Nuestro trabajo es detectar esas señales de alerta antes de que sea demasiado tarde y ofrecer un acompañamiento real, que alivie la sobrecarga emocional y práctica”.
—Aurora Martínez Monroy, psicóloga de F undação porque Ao vivo (EAPS Fundación la Caixa)
Consecuencias invisibles pero devastadoras
O claudicación no siempre se ve, pero se siente con fuerza:
- Físicas: insomnio, fatiga crónica, problemas de salud que se acumulan.
- Psicológicas: ansiedad, depresión, pensamientos de no poder más …
- Sociales: ausencia de una red de apoyo emocional e instrumental que provoca aislamiento, pérdida de amistades, dificultades laborales.
- Familiares: cuando la madre se ve sobrepasada, inevitablemente el cuidado a la persona dependiente y la atención al resto de la familia también se resiente.
- Espirituales: pérdida del sentido y significado de la vida.
Respiros familiares, porque descansar también es cuidar
Algo en lo que parecen estar de acuerdo los expertos es en que para cuidar, también hay que cuidarse. Por eso, desde la Fundación porque Ao vivo han diseñado un programa de respiros familiares que es, para muchas familias, una auténtica tabla de salvación.
O respiro familiar es un recurso diseñado para ofrecer a las familias de niños en cuidados paliativos un espacio de descanso y alivio en medio de su intensa labor de cuidado. Se trata de momentos en los que los padres y madres pueden delegar la atención de sus hijos en profesionales especializados, sabiendo que están en buenas manos.
¿Qué aportan los respiros a las familias?
- Descanso y alivio: ayuda a reducir la sobrecarga física y emocional de los cuidadores principales.
- Conciliación: permite dedicar tiempo a otros hijos, al trabajo o a la propia vida personal.
- Bienestar compartido: ofrece a los niños experiencias de calidad y a los padres la tranquilidad de saber que reciben una atención integral y adaptada a sus necesidades.
Cuidar de quienes cuidan
La claudicación no es un fracaso personal, es la consecuencia de un sistema con recursos finitos. Se necesitan políticas públicas más sólidas, redes comunitarias más activas y, sobre todo, un cambio cultural: entender que quien cuida también merece ser cuidado.
El caso de Eugenia, recogido por La Vanguardia, El Mundo, Antena 3 y otro montón de medios de comunicación, refleja esa falta de apoyos. Tras 32 años de lucha con su hija, terminó sintiéndose atrapada y sin salida. Su historia debería movernos a todos, no solo a sentir compasión, sino a exigir más recursos y a construir una sociedad más justa.
Conclusão
La claudicación familiar puede prevenirse. Con apoyo psicológico, económico y social, las madres pueden seguir adelante sin llegar al límite. Y eso es lo que cada día intentamos en la Fundación porque Ao vivo : acompañarlas, escuchar su dolor y recordarles que siempre hay un lugar donde descansar, donde respirar, donde volver a sentirse vivas.
Quer saber mais?
Visite o nosso Sítio Web quer Contato com a nossa equipa.